miércoles, 18 de mayo de 2011

Un pueblo que crece a mano de la minería

La hoy mansa y cordial San Julián tiene 10 mil habitantes, pero durante la Guerra de Malvinas hubo mucho movimiento, ya que fue una importante base aérea, de la que aún quedan vivos recuerdos en la gente y monumentos como el Mirage Dagger, de la Plazoleta Héroes de Malvinas. Históricamente el eje de la economía local giraba en torno de la cría de ovinos: sin embargo, con el agotamiento del suelo y la caída del precio de la lana, los sanjulianenses comenzaron a estudiar otras opciones. Por un lado, la minería (con explotaciones de oro y plata en el cerro Vanguardia) y, por otro, el turismo, gracias a los atractivos naturales e históricos de la localidad.

Este plácido pueblo costero de Santa Cruz, cuna de la historia patagónica y hogar de una variada fauna marítima que se ve con increíble cercanía y facilidad. Por aquí pasaron Hernando de Magallanes, Francis Drake y Charles Darwin, pero hay restos arqueológicos mucho más antiguos que hablan de aquel pasado en que habitaban unos curiosos nativos “gigantes”.


Transitando por la RN3 es posible desviarse tres kilómetros de la gran espina dorsal de la Patagonia costera para llegar a la margen oriental de la bahía de San Julián, que se extiende a lo largo de 15 kilómetros. Otro rasgo geográfico llamativo es el Gran Bajo, la mayor depresión endorreica de Sudamérica, que se encuentra 50 kilómetros al sur de la ciudad. Su punto más bajo está en la Laguna de Carbón, a 105 metros bajo el nivel del mar. Este sitio es de interés paleontológico por la gran cantidad de fósiles, pero por encontrarse dentro de una propiedad privada sólo se lo puede observar desde un mirador sobre la RN3.

La historia de San Julián está marcada por la huella dejada por Hernando de Magallanes en 1520. El navegante portugués había propuesto a España alcanzar las Indias bordeando el extremo sur de América y había zarpado de Sevilla con cinco naos, en agosto de 1519, buscando unir el Atlántico y el Pacífico. Luego de varios meses ancló, en mayo de 1520, en el actual Puerto San Julián. Como se acercaba el invierno decidió permanecer allí hasta que mejorara el clima. Y fue en este protegido puerto donde nació el mito del gigantismo de los nativos, leyenda que dio el nombre a la Patagonia. Tanto se asombró Magallanes por el tamaño y la fuerza de los aborígenes que los llamó “patagones”, término que se dice provendría de la novela de caballería Las aventuras del caballero de Primaleón. En la obra, tal caballero navega a una lejana isla donde vive el monstruo Gran Patagón. A partir de entonces, el cronista de la expedición, Antonio Pigafetta, llamó a esta zona Regione Patagonia.

Varios hechos significativos acaecieron aquí. El cerro de 300 metros que se encuentra en las afueras de San Julián fue bautizado Montecristo, y en su cima el gran navegante clavó una cruz reafirmando la fe cristiana y tomando posesión en nombre del rey de España. Actualmente allí se levanta el Via Lucis, otra versión del tradicional Via Crucis que representa la resurrección de Cristo, su encuentro con los apóstoles y el ascenso al cielo. Vale la pena subir porque además desde la cima hay una gran panorámica de la bahía, el pueblo y las extensas playas. Por otro lado, fue también en San Julián donde se celebró la primera misa en suelo argentino, en 1520.

Al poco tiempo tuvo lugar un sangriento motín. Una madrugada, Juan de Cartagena, Gaspar de Quesada y treinta hombres más controlaron tres naos; sin embargo, pronto Magallanes las recuperó e impuso un durísimo castigo. Uno de los capitanes fue decapitado y descuartizado, mientras el otro fue abandonado, junto al sacerdote de la flota, en la playa de la actual Isla Justicia, con mínimas provisiones.

Toda la zona está formada por rocas sedimentarias marinas del Terciario y de la Formación Patagonia. Una tras otra se suceden Playa Sholl, de los Caracoles, Cabo Curioso, las Playas de Drake, la Garganta del Diablo y playa La Mina. Otro punto interesante del trayecto está en el sitio donde se ven los restos del antiguo Frigorífico Swift, en funcionamiento hasta 1970. Cabo Curioso, con un faro que lleva el mismo nombre, es la más tradicional y, según los locales, la ideal para meterse al agua. Por su parte, la playa La Mina recibe ese nombre porque en 1950 había una mina de carbón, de la que hoy sólo queda un antiguo hueco tapado. Estas playas son el lugar elegido por los locales para pasar el día de Navidad, el Año Nuevo o, simplemente, para venir un domingo a comer un asadito en familia o con amigos.

Fuente: Diario Página 12

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