martes, 3 de mayo de 2011

La mala imagen es ajena

La Unión Digital

Por Juan Carlos Andrada.

La minería con los controles correspondientes no es un problema en sí misma. Pero la mala administración de los recursos que genera la actividad no es solo una grave contrariedad, sino el origen de los peligros presentes y futuros.

Lo ratifican las conclusiones del Centro de Estudios Para Una Nueva Catamarca (Cepunc), que señala que solo en cuatro años (2006-2010) ingresaron más de 2 mil millones de pesos a la Provincia, producto de la actividad minera. Agrega que algunos municipios han administrado suficientes recursos como para garantizar el desarrollo de actividades sustentables. Antes de esta investigación dada a conocer a mediados de abril, el Consejo de Ciencias Económicas se expresó prácticamente en el mismo sentido.
En otras palabras nuestro problema es específico, y sin duda alguna “extra” minero. Ajeno a la actividad. Digamos que de estricto corte político y concretamente administrativo. Agreguemos para depurar mejor los conceptos, de transparencia en el manejo de los fondos. Y en esto la actividad minera no tiene nada que ver.
Cosa similar a lo que sucede con los planteos ambientales, cuya contradicción radica en la insuficiente comunicación de los controles que se realizan en torno a la actividad minera. Otra mala administración, en este caso informativa.
Sintetizando, se requiere transparencia en los recursos y la información. ¿Es mucho pedir? Parece. Pero lo cierto es que es un problema serio de políticos mediocres que por lo general menosprecian la cultura y tiran a menos la información que debe llegar ineludiblemente a la sociedad.
¿Más controles ambientales? Por supuesto. Nunca estarían de más. Pero no se trata solo de hacer más, si no de comunicar claramente los resultados que incluso hace años se realizan en la provincia.
De manera que agreguemos: es necesario verificar siempre que la comunidad recibió bien el mensaje para que viva bien, pero además tranquila.

El viaje

Pero más allá de los aspectos técnicos de los estudios antes citados, intentemos con una imagen graficar el problema de las definiciones equivocadas y los esfuerzos inútiles. La adversidad es superable en la medida que se identifica el verdadero origen de un problema.
No sé de quién es el ejemplo ni en qué circunstancia se concibió, pero es lo bastante bueno como para multiplicarlo varias veces. En un bote con 5 pasajeros se dan cuenta que comienza a hacer agua y que se están inundando. Inmediatamente toman los utensilios que tienen a mano para tratar de sacar el agua y evitar que el bote se hunda.
Uno tomó un vaso, otro juntaba las dos manos para echar el agua afuera. Mientras que un tercero usó el sombrero, el cuarto pasajero utilizó su bota para sacar el agua. Todos hacían esfuerzos desmedidos para que el bote no se hunda, tratando de echar el agua afuera. Todos ellos vieron el mismo problema, el bote se estaba inundando, y 4 de ellos pensaron que el origen, la dificultad era el agua en el bote, por lo cual la solución era sacar el agua como pudiesen. Pero el quinto pasajero se dio cuenta de que el origen del problema era otro, no el agua en el bote, sino la abertura de acceso que “consentía” el avance del líquido y que inundaba la barcaza, entonces tomó un objeto y lo “impuso” a presión en el agujero, solucionando el problema.
En conclusión, los 4 pasajeros que le erraban al origen del problema no estaban mal lo que hacían, pero era solo un paliativo, que en casos extremos se puede decir que tiene uno las horas contadas. En determinadas circunstancias es muy grave no acertar con soluciones, desconocer, ignorar o simplemente ser incapaz.

Puede repetirse

No podemos quedarnos en el mero análisis o en las soluciones complementarias superfluas. Tampoco la medida efectiva es condenar y echarles la culpa de lo sucedido a algunos jefes políticos una vez concluido su mandato, a pesar de que muchos de ellos todavía están detrás de los fueros para no compadecer ante la Justicia por el desastre administrativo que hicieron.
Cargar contra alguien o castigarlo con alguna pena no asegura que una situación similar de daño no se esté presentando simultáneamente o que el mismo error no vaya a repetirse. Por el contrario, mientras se sindican culpables y se los condenan podemos estar al mismo tiempo cometiendo los mismos errores. No alcanza con las condenas, ni siquiera sociales. Un paso adelante no es poner preso a los culpables. Eso se lo dejamos a la Justicia.
Si nosotros no acertamos en ponerle una pieza legal a medida al agujero de la mala administración (de los recursos que genera la minería y la poca información que se maneja en torno a la actividad), el naufragio será además de premeditado, absurdo.
El tema es que la minería aporta los recursos, pero la llave es política. La práctica a adoptar debe estar dirigida a evitar los errores frecuentes de una precaria administración. No hay errores sin daño ni tiempo para perder en improvisaciones.
Transparentar los fondos que la actividad dejó o dar a conocer la lista de obras ejecutadas con regalías mineras ayudaría a preservar la calma social a la hora de discutir los “pro” y los “contra” de la actividad minera. No violentemos los derechos del ciudadano supeditando información crucial para el desarrollo de la provincia.

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